martes, 22 de abril de 2025

A veces, la primavera empieza por dentro


 

Necesitaba ir al centro.          

Y como hago siempre que tengo oportunidad, decidí ir andando en lugar de coger el tranvía.
El trayecto es una delicia: arboleda, luz suave, ese tipo de caminos que te recuerdan que estás en mitad de la ciudad… pero también un poco en ti.

Quería que me diera el sol. Sentir el aire. Y, si podía, mover el cuerpo.     
No por deporte, ni por obligación. Solo para reconectar.

Llevaba los auriculares puestos.        
Y de pronto sonó APT, de Rosé y Bruno Mars.         
No me lo esperaba. Pero algo se activó.

Empecé a caminar con otro ritmo.    
Puede que incluso bailara un poco. Muy sutil, eso sí.          
Y sí… también canté. Porque sí. Porque me salió. Porque me sentí viva.

No fue un momento épico. Fue un momento presente.     
Y entendí que no estaba cansada.     
Estaba reajustándome.          
Como el cuerpo. Como la estación. Como todo lo que empieza a florecer… aunque no lo veamos todavía.

Seguro que hemos oído alguna vez eso de …“La primavera la sangre altera”…  pues el estado de ánimo también

No es solo un refrán. También lo dice la ciencia: los cambios de estación nos afectan a todos. En el cuerpo. En la energía. En las emociones.

¿Por qué?

  • Aumenta la exposición a la luz solar → sube la serotonina (mejora el estado de ánimo).
  • Cambia la temperatura → altera el sueño, los ritmos circadianos y el metabolismo.
  • Todo el sistema se reorganiza… y eso a veces se siente raro.

Y en primavera, a pesar de que todo florece, no todo el mundo se siente bien.
Ahí aparece la astenia primaveral:   
✔️ Fatiga         
✔️ Apatía        
✔️ Insomnio leve        
✔️ Sensación de no estar del todo “en marcha”

Y no, no estás haciendo nada mal. Solo estás ajustándote.

 

Entonces… ¿qué puedes hacer?

No se trata de exigirte florecer.        
Se trata de acompañarte en el proceso.

Aquí van algunas prácticas suaves, sostenibles, reales:

🔸 Sal sin prisa. Camina aunque no tengas destino. Y si puedes, deja que el sol te toque un rato.          
🔸 Come lo que te nutra, no solo lo que te distraiga. Busca frescura, color, agua.
🔸 Pon límites a las pantallas. Incluso si solo es una tarde.            
🔸 Duerme sin culpa. Tu energía se está redistribuyendo.  
🔸 Escucha una canción que te haga sentirte dentro de ti. (La mía ya sabes cuál fue 😉)

Para ilustrar cómo funciona la primavera, de forma tan diferente en cada uno de nosotros, … os propongo un cuento de la filosofía sufí, La rosa y el cactus. Dice así:

En un jardín lleno de flores, una rosa florecía con orgullo.
Su color era intenso. Su aroma, embriagador.
Y, sin embargo, no estaba contenta.

Justo a su lado crecía un cactus.
Silencioso. Espinoso.
Sin pétalos, sin perfume. Sin nada —pensaba ella— que aportara belleza.

La rosa se quejaba todos los días.
—¿Por qué tengo que compartir tierra con algo tan… poco flor?

Pasó el tiempo.
Llegó el verano. El calor. La sequía.
Y la rosa, débil, empezó a marchitarse. Su tallo se curvó. Sus pétalos cayeron.
Ya no quedaba agua.

Entonces apareció un colibrí.
Voló hacia el cactus. Y picoteó con cuidado una de sus espinas.
De ahí brotó una gota de agua.

Y con ella, el colibrí fue a hidratar la raíz de la rosa.

Solo entonces entendió.
El cactus también florece.
A su manera. En su momento.
Y sostiene más vida de la que ella imaginaba.

Y es que, a veces nos exigimos florecer como las rosas: rápido, visible, con color y aroma para los demás (sin pensar en nosotr@s demasiado)
Pero hay procesos (como el del cactus) que no son tan llamativos, de hecho, parecen hasta feos o grotescos en contraste con algunas flores … y sin embargo sostienen vida (personalmente, me encantan los cactus).

Lo que hoy parece duro o fuera de lugar, tal vez es justo lo que te está protegiendo.
Lo que aún no muestra pétalos, puede estar guardando agua. Fuerza. Raíz.

No todo lo que brilla florece.
Y no todo lo que florece… se ve desde fuera.

Quizás, esta primavera, también puedas dejar de exigirte flor…
y empezar a honrar tu forma de sostenerte.

Y quizás, además, puedas mirar con otros ojos a quien tienes al lado:
Ese compañer@ de trabajo que está más callad@.
Es@ amig@ que no “remonta”.
Es@ adolescent@ que no se abre.

Porque no todos florecemos al mismo tiempo.
Y acompañar también es eso:
No pedir flores cuando aún hay raíces que están buscando cómo sostenerse.

Preguntas para seguir creciendo (o floreciendo, según se mire)…

  • ¿Qué parte de ti se parece más al cactus últimamente?
  • ¿A qué estás juzgando por no florecer como esperas?
  • ¿Qué parte de ti está pidiendo más luz… y cuál necesita todavía sombra?
  • ¿Y si tu primavera ya ha empezado, aunque aún no se vea?

Y como decía George Harrison…

“It’s been a long, cold, lonely winter…”
Y ahora… “Here comes the sun.”

Porque sí.
Winter is coming ya fue.
Ya no toca abrigarse por dentro.
Toca bailar bajo los rayos.
Volver a sentirnos. Volver a elegirnos.

Porque la primavera puede alterarlo todo…
y ese “terremoto” puede ayudarte a recolocarte el alma,
a reconocerte… y a reconectar contigo.

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