jueves, 19 de junio de 2025

Dibujo, yoga, tenis, teatro, robótica… ¿y yo qué hago con esto?


 Estos días teníamos que elegir las actividades extraescolares para el próximo curso.

Y cuando le preguntamos a Erik, no dudó ni un segundo:

"Dibujo. Sí. Yoga. También, porque me ayuda a relajarme.
Tenis. Sí. Baloncesto. Sí. Teatro. Para el final.
Robótica. Sí. Fútbol. Sí. Y… atletismo."


—"Cariño, si quieres hacer atletismo, no puedes hacer ni Robótica ni Baloncesto."
—"Jo… entonces atletismo no."

Siete actividades.
Una sonrisa.
Y una ilusión desbordante.

Y lo mejor es que aún pensé:
“¡Anda! Fíjate que les ofrecen también lenguaje de signos…”
Obviamente no se lo propuse. Era too much. Incluso para mí.


Yo lo escucho, y me río por dentro.
Y a la vez pienso:
Qué maravilla.
Qué vértigo.
Qué responsabilidad también.
Ya veremos.

Porque, seamos honest@s:

📌 Es una pasta.
📌 No hay horas para todo.
📌 Y una parte de mí se pregunta:
—¿De verdad necesita hacer tanto?
—¿Estoy alimentando su deseo… o llenándole la agenda para que no esté en el patio?


Pero entonces me paro y me escucho…

Y me digo:
¿Y si no tengo que responder hoy a todo eso?
¿Y si este momento no va de elegir, sino de explorar?

Porque ya tendrá tiempo de renunciar, de priorizar, de decidir con cabeza.
Ahora, quizás lo más valioso es que aún cree que puede hacer todo lo que sueña.

Y mientras podamos acompañarlo, sin sobrecargarlo ni exigirle resultados…
¿por qué no permitirle intentarlo?

Ya tendrá tiempo.
Vendrán los deberes.
Vendrán las exigencias y las autoexigencias…
Y entonces no podrá.

Ahora puede. Que lo disfrute mientras pueda.


Me acordé de un cuento de Jorge Bucay: El buscador

Un hombre encuentra un cementerio en el que, en vez de las fechas de nacimiento y muerte,
las lápidas recogen los años realmente vividos:
el tiempo que esas personas amaron, rieron, aprendieron, disfrutaron…

Y entonces pensé:

Quizá no se trata de apuntarlo a todo.
Ni de obligarle a elegir aún.

Se trata de ayudarle a coleccionar tiempo de verdad.
No horas. No logros.
Sino instantes que le ensanchen el alma:
cuando pinta, cuando corre, cuando sueña, cuando juega.

Porque, como en el cuento…

Lo que cuenta no es cuánto tiempo vivimos,
sino cuánto de ese tiempo… nos hizo sentir vivos.


Y tú, ¿qué harías?

  • ¿Apuntarías a tu hijo/a a todo lo que le ilusiona?
  • ¿Le ayudarías a elegir desde ya?
  • ¿O esperarías a ver qué mantiene con alegría?

Yo/nosotros, de momento, lo acompañamos.
Y si hay que reajustar, ya veremos.
Como en la vida.


#CrianzaConsciente #EducaciónEmocional #ActividadesExtraescolares
#JorgeBucay #ElBuscador #TiempoDeVerdad
#DeseoInfantil #Exploración #RutRoncal #PreguntasPoderosas

miércoles, 11 de junio de 2025

Abúrrete un poco, que te hará bien

 Esta mañana me encontré con un artículo de Psicología del ABC que me hizo sonreír.

Contaba cómo Ed Sheeran decidió dejar el móvil después de observarse a sí mismo: cada vez que su mujer se levantaba de la mesa, él cogía el teléfono automáticamente, compulsivamente.
Esa pequeña toma de conciencia lo cambió todo.   
No fue un detox temporal.    
Dejó el móvil de forma definitiva.     
Porque entendió algo importante: el aburrimiento también alimenta. (Por cierto, lo contó en el programa de La Revuelta que después de leer el artículo me he visto… cómo me gusta cómo canta este chico!!!).

El artículo hablaba del aburrimiento y de cómo lo evitamos, cuando en realidad tiene grandes beneficios.

Y entonces me detuve a pensar... ¿Qué significa aburrirse?

Según la Gaceta UNAM, el aburrimiento es una emoción moral, desagradable, que surge cuando percibimos falta de estímulos interesantes para ver, oír o hacer.
Nos cuesta mantener la atención, baja nuestra energía, aparece una sensación de vacío…

Y sin embargo, muchas veces tenemos que pasar por ahí para ver lo que realmente tenemos alrededor.        
Para recordar todos los recursos que ya están… pero olvidamos usar.

 Como el día del apagón… ¿Te acuerdas?    
De pronto, sin pantallas, sin televisión, sin móvil… ¡el shock!: —“Me aburroooo”.

Pero después de ese primer vacío, algo pasó:         
Volvimos a sacar los juegos de mesa, a leer, a escribir, a salir al parque, a hablar…
Recuperamos hobbies olvidados. 

Y nos dimos cuenta de que el aburrimiento no era el problema. Era la puerta.

Me acordé de The Secret Life of Walter Mitty (no sé si la has visto, pero si no… te la recomiendo) Un hombre que vive en su imaginación hasta que un día se aburre de imaginar… y empieza a vivir.     
Ese salto, de la fantasía a la acción, solo ocurre cuando dejamos de llenar cada hueco con algo.

Así que este verano, me lo estoy planteando… No solo descansar. Sino aburrirme un poco a propósito. Sin móvil. Sin scroll. Sin ruido.

🎨 Volver a coger un pincel (hace años que mis pinceles se mueren de risa cuando me ven).     
📖 Escribir sin saber adónde va (tengo un diario emocional hiper chulo… sin estrenar).   
🎧 Caminar con música o sin ella (esto lo hago más a menudo… ahora, con los 5 sentidos).        
🧩 Hacer collage, pintar, manualidades de “experimentos”,  jugar con Erik, dejar espacio para que algo nuevo aparezca (a veces estoy controlando el “no manchar” demasiado… y eso mata la creatividad… la verdad).

¿Qué nos podemos preguntar antes de empezar?:

  • ¿Qué parte de mí se aburre primero? ¿Y cuál florece después?
  • ¿Qué creatividad se está quedando sin espacio porque todo lo lleno?
  • ¿Qué pasaría si, por una vez, no hago nada… y lo hago con intención?
  • ¿Para qué me gustaría recuperar tiempo? (y es el que le dedico al móvil…)

Os hago una propuesta: 2 horas a la semana de aburrimiento activo

Sin culpa. Sin productividad. Solo por el placer de no hacer.          
A ver qué aparece. A ver qué se nos ocurre. 

Y si lo haces con tu música de fondo, tus manos manchadas de pegamento o pintura, o un cuaderno en blanco… mejor aún.

Porque la creatividad no siempre llega con ruido.   
A veces aparece cuando por fin hay silencio para escucharla.

¿Te sumas al reto?

¿Qué harías tú con dos horas sin móvil y sin culpa este verano?
Te leo en comentarios… o cuando vuelvas del paseo sin pantallas 


martes, 27 de mayo de 2025

De infantil a primaria… y de etapa a etapa

 


Mi hijo Erik termina infantil.
Y aunque aún no sabemos si seguirá con su clase o será de los que se mezclen, en su cole lo tienen claro: este paso importa.
Le han dedicado todo un trimestre. Para entender. Para despedirse. Para crecer por dentro.

Porque no es solo cambiar de aula.

Es dejar atrás a una profe que los ha acompañado con amor durante años.

Es dejar atrás a esa profesora a la que adoran, con la que han pasado años.

Es pasar de tener una persona que los conoce con una sola mirada… a tener muchos profesores.
Es pasar de una mirada que los conoce a tener varios adultos que los verán por primera vez.
Es empezar con deberes. Con más normas. Con esa mirada más “responsable” sobre lo que les rodea. Con esa sensación de que “ahora sí, empieza lo serio”.

Y es vivir, casi sin saberlo, uno de sus primeros grandes cambios de etapa.

 Y entonces lo pienso…

Nosotros también cambiamos de etapa. 

Cambios de trabajo, de ciudad, de relaciones, de rol, de perspectiva.
A veces con ganas. A veces sin darnos cuenta. Otras con miedo. Muchas… sin darnos tiempo para mirar lo que dejamos atrás.

Pero ¿cuántas veces, como adultos, nos damos el tiempo de prepararnos para esos cambios?

¿Cuántas veces paramos para hacer balance, agradecer, cerrar… y seguir?

Los niños/as cierran su ciclo con cuentos, canciones y murales.
Y nosotros, ¿cómo lo hacemos? Porque muchas veces, simplemente,… pasamos pantalla o vamos con el piloto automático.

Os propongo dos propuestas para parar, integrar y proyectar:

1️ Mural de cierre: para mirar hacia atrás con intención

Una forma sencilla y poderosa de poner en valor lo vivido.
Puedes hacerlo solo/a o en familia, en papel, en digital o en tu mente… pero hazlo.

¿Qué puedes incluir?

  • Una foto o imagen de algo que marcó este ciclo o etapa.
  • Una palabra que represente un aprendizaje.
  • Un símbolo de algo que eliges dejar atrás.

Preguntas para hacerte:

  • ¿Qué quiero agradecer de esta etapa?
  • ¿Qué he aprendido de mí que antes no veía?
  • ¿Qué merecería un aplauso si pudiera verme desde fuera?

2️ Mural para visualizar: para imaginar lo que viene con sentido

No se trata de preverlo todo, sino de darle dirección a tu energía.

Puedes usar un tablero físico, una hoja en blanco… o herramientas digitales como Canva (tiene plantillas muy visuales y chulas para crear tu vision board).
Pero si eres como yo… te encantará hacerlo a mano:

✂️ Tijeras, pegamento, chinchetas de colores, corcho, fotos impresas, algún pin… incluso un objeto que represente un logro o deseo.
🎵 Y si además lo haces con tu música de fondo, mejor que mejor. Porque esto también va de sentirlo.

Trabajar con los tres sistemas sensoriales —visual, auditivo y kinestésico— hace que esta experiencia no solo sea creativa, sino profundamente transformadora.

¿Qué puedes colocar en tu mural de visión?

  • Una palabra que quieras cultivar.
  • Una imagen que te conecte con la vida que deseas.
  • Un compromiso contigo.

Preguntas para profundizar en el mural:

  • ¿Qué me gustaría sentir al terminar esta nueva etapa?
  • ¿Qué quiero hacer diferente esta vez?
  • ¿Qué me recuerda que lo importante es avanzar, no correr?

Un cuento corto, para cerrar...

Una niña paseaba por la sabana con su abuelo.
—¿Por qué los elefantes no corren como las gacelas? —preguntó.
—Porque saben que llegar no es lo importante —respondió él—.
Lo importante es recordar cada paso.

Hoy Erik da un paso

Y yo también.

Quizá este sea un buen momento para dejar de correr y mirar ese paso con más atención.
Porque las etapas no se saltan. Se viven. Se cierran. Se honran.

Y tú…

  • ¿Estás cerrando alguna etapa? ¿O abriendo una nueva?
  • ¿Te has parado a mirar lo que has aprendido antes de seguir?
  • ¿Cómo sería para ti cerrar con consciencia… y abrir con intención?

No siempre hay murales, ni canciones, ni cuentos.

Pero hay pasos.

Y cada paso, si se honra, transforma.
#RutRoncal

miércoles, 21 de mayo de 2025

Educar con ejemplo… con el móvil en el bolsillo: Cómo, para qué y con quién, las palabras clave

 


Mi hijo tiene 5 años.
No suele pedir el móvil. Si vamos a comer fuera, prefiere pintar o jugar con sus Superthings o con lo que lleve en la mochila.
Tengo claro que está lejos de tener un móvil propio… ¿o no tan lejos?

Hace poco vi un programa de Évole sobre adicción al móvil. Hablaban del acceso a la pornografía, con una edad media de inicio: 8 años.
Oí la cifra y se me encogió el estómago.

 Me di cuenta de que hay cosas que tenemos que empezar a trabajar mucho antes de lo que pensamos.

Así que eso de “queda lejos”… empieza a sonar ingenuo, ¿verdad?

¿Cuál es la edad adecuada para dar un móvil? No hay una única respuesta.
La mayoría de expertos coinciden en que entre los 12 y los 14 años, si hay madurez y acompañamiento, puede ser un buen momento.
Pero más que la edad, importa el cómo, el para qué, y con quién lo usan.

Una de las revisiones científicas más completas hasta la fecha —con más de 1.9 millones de jóvenes analizados— nos recuerda que:

  • Las redes sociales se asocian con más riesgo de depresión, ansiedad y conductas de riesgo, especialmente en chicas adolescentes.
  • El uso general de pantallas, sin supervisión ni propósito, se relaciona con peor aprendizaje, sueño y salud física.
  • Pero cuando hay contenido educativo, acompañamiento adulto o intención clara, los efectos pueden ser positivos.

Porque, claro, todo esto está muy bien. Pero ¿qué pasa con nosotros?

¿Cómo vamos a pedirles que dejen el móvil para hablar… si nos ven escribiendo por WhatsApp antes de mirarlos a los ojos?
¿Cómo vamos a pedir autocontrol… si nosotros no lo practicamos?

Aquí me viene a la mente uno de mis cuentos favoritos:

Una madre llevó a su hijo a ver a Gandhi. Le pidió:
—Por favor, dile a mi hijo que deje de comer azúcar.
Gandhi la miró y le dijo:
—Vuelvan dentro de dos semanas.

Dos semanas después, volvieron. Gandhi miró al niño y le dijo:
—Deja de comer azúcar.

La madre, confundida, le preguntó:
—¿Por qué no se lo dijo hace dos semanas?

Gandhi respondió:
—Porque hace dos semanas yo también comía azúcar.

Nuestros hijos no necesitan padres perfectos.
Necesitan referentes coherentes.
Si queremos que hablen más y se aíslen menos, empecemos nosotros por dejar el móvil al llegar a casa.
Si queremos que no usen la tecnología como anestesia, mostrémosles que también sabemos aburrirnos, esperar, o simplemente estar presentes.

Y tú…

¿Te has planteado qué ejemplo das con tu propio uso del móvil?
¿Qué te gustaría que tu hijo o hija recordara de ti: tu mirada o tu pantalla?

Yo me lo planteo todos los días, y muchos días… me equivoco, pero procuro tenerlo presente y cuando estoy con él, dejar el móvil

¿Y tú? Me encantará leerte.

miércoles, 14 de mayo de 2025

Florecer no es llegar: es elegir cuidarte, una y otra vez



¿Qué significa florecer para ti?

Te lo pregunto porque últimamente me lo estoy preguntando yo también.

Hace unos días, en una caminata por el campo, mientras respiraba el aire fresco de la mañana, pensé: “Estoy viva, pero… ¿me siento viva?”
Y me di cuenta de que había estado funcionando en automático. Cumpliendo tareas, dando respuestas, cuidando a otros... sin detenerme a mirarme.

Este año he sentido más que nunca que mi bienestar no es solo estar bien físicamente o tener paz mental. Para mí, florecer tiene que ver con las relaciones.
Conmigo misma, primero.     
Y con las personas que quiero y me importan: mi hijo, mi pareja, mi familia, mis amigas y amigos, mis compañer@s, mis clientes…

Pero también he notado algo importante: cuando me descuido —cuando mi salud se tambalea o no me doy permiso para parar— esas relaciones también se resienten.
Y entonces ya no me reconozco.

 Así que empecé a pensar… ¿qué necesito para estar bien de verdad?

Y ahí apareció el concepto de florecer. No como una moda, sino como una forma más amplia y profunda de bienestar.         
Justo esta semana cayó en mis manos el Global Flourishing Study, un estudio longitudinal publicado en Nature Mental Health que ha seguido a más de 200.000 personas en 22 países durante cinco años.

¿Qué tienen en común las personas que dicen sentirse plenas?

El estudio identifica seis dimensiones clave del bienestar.
Y me pareció tan revelador que me detuve en cada una para mirar mi propia vida:

  • Salud: física y mental. Me recuerdo que sin cuerpo no hay camino. Y que la cabeza también necesita cuidados, descanso y límites.
  • Felicidad: no euforia constante, sino momentos de alegría real. Los encuentro a veces en lo más simple: una canción, una risa, una conversación, un abrazo...
  • Sentido: hacer cosas que me conectan con algo más grande. Para mí, acompañar procesos de cambio, crear, compartir.
  • Carácter: actuar desde mis valores. Incluso cuando nadie mira. Especialmente entonces.
  • Relaciones: las que sostienen, nutren y abrazan sin pedir nada a cambio.
  • Seguridad financiera: porque la tranquilidad económica no lo es todo, pero sin ella es difícil dormir en paz.

Me di cuenta de que florecer no es estar al 10 en todas.   
Es tener un equilibrio que me permita sostenerme y sostener a otros.     
Es poder caer sin romperme.
Es crecer incluso en medio del caos.

El tema es que vivimos en una paradoja, según recogía hace poco La Vanguardia, vivimos más años, tenemos más recursos y acceso a salud que nunca... y sin embargo crece la ansiedad, la soledad y el vacío.

¿Puede ser que en medio del confort, estemos perdiendo el sentido? 

En mi anterior post hablaba de cuántas veces nuestro bienestar se convirtió en una tarea más.. y perdimos el sentido del equilibrio. Quizás.. dejamos de ver eso.. el equilibrio que nos proporcionaba o de escuchar lo que verdaderamente nos daba bienestar.  

En función del estudio, te propongo mirarlo así: ¿cómo está tu equilibrio hoy?

📝 Aquí va un checklist para explorar esas seis áreas en ti:

 ¿Duermes y comes bien?  
 ¿Tienes momentos de alegría o paz real?            
 ¿Sientes que lo que haces tiene sentido?            
 ¿Actúas de forma coherente contigo?     
 ¿Tienes vínculos que te sostienen?          
 ¿Te sientes económicamente segura/o?

🎬 Como en The Bucket List o La casa de tu vida, a veces hace falta parar y preguntarse:
¿Estoy viviendo la vida que quiero vivir? ¿Qué me está faltando para florecer?

🌱 Una herramienta sencilla, un primer paso real

Te comparto un ejercicio que uso en mis procesos de coaching: la Rueda de la Vida (PDF).
Tradicionalmente se usa para revisar distintas áreas personales y profesionales, pero hoy te propongo adaptarla a estas seis dimensiones del florecimiento:

  1. Dibuja un círculo con 6 secciones (una por cada dimensión).
  2. Puntúa del 1 al 10 cómo estás en cada una hoy.
  3. Mira tu rueda: ¿gira o está descompensada?
  4. Y ahora, una sola pregunta:  
     ¿Qué 3 microacciones puedo hacer esta semana para cuidar una de estas áreas? Ó más directa, ¿Qué microacción puedes hacer hoy por el área que más te resuene?

Porque florecer no es una meta, es una elección continua

Una elección que empieza por parar. Por mirarte.  
Por darte el permiso de ser prioridad sin culpa.       
Por construir una vida en la que estés, no solo sobrevivas.

🌸 Hoy puede ser ese primer paso.  
Y si quieres, te acompaño.

Si te apetece trabajarlo conmigo o explorar más, te espero en 👉 www.rutroncal.com

#florecer #bienestar #coaching #saludmental #liderazgoconsciente #desarrollopersonal #autocuidado #equilibrio #mindfulness #rutroncal

 

viernes, 9 de mayo de 2025

¿Qué refleja tu espejo hoy: presencia o exigencia?

 



Esta mañana me he mirado en el espejo.
Como muchas mañanas, pero hoy he sentido que, más que un reflejo, lo que veía era una evaluación.

¿He dormido bien?
¿Estoy con buena cara? 
¿Me veo como “tengo que” estar?

Y me he dado cuenta de que, incluso en los momentos de más autocuidado, hay una parte de mí que sigue juzgando.
Como si cuidar de una misma no fuera suficiente… si no se nota por fuera.

Y entonces me he parado.
Porque, si lo que vemos es solo una máscara de bienestar… ¿realmente nos estamos cuidando?

Estos días leí un artículo que me hizo pensar: “Qué hacer cuando la obligación de estar guapo y saludable se convierte en un lastre” – El País

Y pensé:
Qué fácil es que el autocuidado se convierta en otra forma de exigencia.
Que lo que empezó como una forma de escucharte… acabe siendo otra lista de deberías.

Yo confieso.
Tengo migrañas desde hace años.
Y desde hace unos meses, convivo con SIBO.
Lo que implica que mi cuerpo me pide que le escuche a diario. Que le respete. Que no me pase de la raya con la comida, el ritmo o el estrés.

Y no siempre lo consigo.

Hay días en que me salto las pautas.
Otros, en los que me exijo rendir como si no pasara nada.
Y otros en los que todo va bien, y sin embargo, aparece la culpa: ¿estás haciendo suficiente?, ¿estás cuidándote “como deberías”?

Dicen que el bienestar se construye.
Pero a veces parece que también se exige.

Comer sano, hacer ejercicio, meditar, tener buena cara…
Y hacerlo bien. Siempre bien.

Y eso, a veces, agota.

Porque, además, soy psicóloga.
Y parece que las psicólogas no solo tenemos que estar bien…
Sino también parecerlo.

Y entonces recuerdo una escena de Come, reza, ama.
Liz (Julia Roberts) está en una barbería de Roma con su amiga.
Observan cómo los hombres italianos se relajan, charlan, leen el periódico, se toman su tiempo.
Y entonces uno de ellos le explica algo que allí es cultura:
“Il dolce far niente” – El placer de no hacer nada.

Nada más.
No hacer. No justificar. No rendir.

Solo estar.
Sentarse. Respirar. Dejarse ser.

¿Y entonces?:
¿Cuántas veces, incluso cuando paramos, lo hacemos con culpa?
¿Cuántas veces convertimos el descanso en tarea, el placer en autocontrol?

Porque no es solo que necesitemos parar.
Es que necesitamos parar sin exigencia.
Sin tener que ganarnos el descanso.
Sin que haya que compensarlo después.

Esa escena es una invitación.
A soltar. A disfrutar. A recordarnos que el bienestar no siempre se construye haciendo.
A veces, se encuentra cuando dejamos de hacer.

Y en esa barbería, con esa charla, hay algo más que risas y conversación trivial: hay permiso.

Permiso para no rendir.
Para no justificarse.
Para disfrutar sin culpa.

Y pienso en lo lejos que estamos, a veces, de eso.

 Porque hemos convertido el bienestar en una nueva exigencia:
— come bien, pero sin ansiedad
— haz ejercicio, pero no te obsesiones
— medita, pero no te distraigas
— sonríe, pero que sea auténtico

Y así, incluso cuidarnos se convierte en una nueva forma de no llegar.

 Cuando el autocuidado se vuelve exigencia, incluso lo que nos hacía bien puede dejar de nutrirnos.

Lo he notado con mis propios hobbies.
Aquellos que antes me entusiasmaban, si los convierto en obligación, se vacían de sentido.

Porque cuando algo que te apasiona se transforma en otra casilla más de tu lista, deja de ser refugio… para ser otra trinchera.

Y en esos momentos, la clave no es forzarlo.
Es fluir.

A veces, lo que necesitamos no es insistir… sino escuchar.

Tal vez ese libro que antes te encantaba, hoy no te dice nada.
Tal vez caminar, en lugar de meditar, te conecta más.
Tal vez hoy no necesitas “hacer algo”, sino simplemente ser.

Porque como el río, somos movimiento.
Somos el mismo río… y al mismo tiempo, otro.

Y ahí también hay bienestar:
en aceptar que cambiamos,
que lo que nos calma también evoluciona,
y que soltar, a veces, también es cuidarse.

Y así, incluso cuidarnos se convierte en una nueva forma de no llegar.

Pero… ¿y si el verdadero autocuidado fuera dejar de hacerlo perfecto?

— Elegir la paz antes que el perfeccionismo.
— Elegir la presencia antes que la productividad.
— Elegir la verdad, incluso si no es “instagrameable”.

Estas semanas, he aprendido (otra vez) que cuidarme no es hacerlo todo bien.
Es estar conmigo, sin tantas condiciones.

A veces eso significa tomarme una infusión mirando por la ventana.
O escuchar mi cuerpo cuando me pide parar.
O escribir este post, para recordármelo también a mí.

Y tú…?
• ¿Qué parte de tu autocuidado se ha convertido en obligación?
• ¿Cuánto de lo que haces lo haces porque aún te nutre… y cuánto porque “deberías”?
• ¿Qué pasaría si cuidarte fuera más escuchar y menos exigirte?

• ¿Qué cosas haces por “bienestar” que en realidad te desconectan?
• ¿Qué pasaría si tuvieras que quitarte la capa de “estar bien” solo por hoy?
• ¿Qué pasaría si cuidarte fuera más escuchar y menos exigirte?

El bambú japonés

Dicen que el bambú japonés tarda siete años en crecer.
Durante ese tiempo, no se ve nada en la superficie.
Nada.
Pero bajo tierra, está echando raíces fuertes, profundas, preparándose para crecer alto.
Solo entonces, en unas semanas, puede llegar a crecer más de 30 metros.

El bienestar a veces es así.
No siempre se ve.
Pero se está cultivando.

Recuerda:
No todo lo que no se ve, no cuenta.
A veces lo más importante está pasando… por dentro.
Y lo que hoy no te hace bien… quizás simplemente sea porque ya no es lo que necesitas. Porque a veces el verdadero autocuidado no es hacer más.
Es soltar más.

Y recordar que no estamos en una carrera de hábitos perfectos.
Estamos en un camino humano, cíclico, imperfecto…
y profundamente honesto.

#autocuidado #bienestar #reflexión #psicología #saludmental #presencia #rutroncal

martes, 29 de abril de 2025

Una batería, una radio, un camping-gas y dinero en efectivo

 


Puede que hoy muchos hablen del apagón.
Yo prefiero hablar de lo que encendimos.

Ayer no se trataba solo de quedarnos sin electricidad.
Se trataba de quedarnos sin certezas.
Sin esa normalidad que damos por hecha.

Y en esos momentos, cuando todo se detiene, también tú te detienes.
Y observas.

Primero notas lo obvio: el móvil, el internet, las luces.
Luego empiezas a notar lo esencial: la comida en la nevera, el agua que ya no sube hasta tu casa, el efectivo que apenas usas ya.

Y en ese pequeño parón forzado, entiendes:
no siempre tenemos el control.
Pero siempre podemos elegir cómo reaccionamos.

Ayer, como muchos, me ví sorprendida por el gran apagón.
Estaba trabajando desde casa, organizando cosas del día a día, cuando de repente… todo se paró.

Primero pensé que sería algo puntual.
Después, que afectaría solo a nuestro edificio.
Más tarde entendí que era toda Zaragoza.
(En ese momento aún no sabía que era algo más grande).

Y ahí, en ese primer momento de desconexión forzada, empezaron las preguntas internas.

¿Qué pasa cuando todo se apaga?

Al principio, notas lo inmediato:
📱 El móvil.
🌐 Internet.
🔌 Los enchufes que no funcionan.

Pero en cuanto paras… empiezas a ser consciente de lo esencial:

  • La comida en la nevera.
  • El agua (vivimos en un 12º piso y las bombas dependen de la electricidad).
  • El dinero en efectivo que apenas usamos ya.
  • La falta de una radio tradicional o un camping-gas.

Todo lo que dabas por hecho… de repente no está.

Y ahí, empiezas a entender lo frágil que puede ser esa supuesta normalidad.

¿Y cómo reaccionas en esos momentos?

Ayer fui muy consciente de mis fases internas:

  1. Negación suave: Esto volverá en unos minutos.
  2. Curiosidad: ¿Qué está pasando realmente?
  3. Incertidumbre práctica: ¿Salgo o es mejor quedarse? ¿Qué necesito priorizar?
  4. Conciencia real: La electricidad sostiene mucho más que la comodidad.

Y después:
La calma.
La necesidad de información verificada.
La decisión consciente de actuar con cabeza, no con impulso.

Desconectar para reconectar

Después de asegurar lo básico y dejar de especular, hicimos algo sencillo y muy necesario:
Comimos algo básico (un sandwinch y una ensalada)                                        Descansamos un rato en el sofá y cuando se hizo la hora fuimos a buscar a Erik al cole.
Nos fuimos todos juntos al parque con unos amigos.
Y, de repente, sin móviles, sin relojes, sin prisas…
nos reímos.
Charlamos.
Nos miramos más a los ojos.

Conectamos, después de haber desconectado. 😉

Es curioso: al principio, el apagón me recordó escenas de la miniserie francesa Apagón (Blackout), donde todo se volvía caos.
Y sí, por momentos hubo preocupación.
Pero también hubo un giro: la ocupación serena y el aprendizaje sencillo.

No todo lo que se apaga fuera es una pérdida.
A veces, es la oportunidad para encender algo que dentro habíamos olvidado.

Pero también… ser conscientes

Si quiero ser sincera, hoy me llevo dos aprendizajes:

🔸 El primero, práctico:
Sí, voy a comprar una radio tradicional. Y probablemente también un pequeño camping-gas.
Porque prevenir, aunque no sea desde el miedo, también es parte del autocuidado.

🔸 El segundo, humano:
Sé que mi experiencia ha sido ligera.
Sé que otros no la están viviendo igual.

Personas atrapadas en ascensores.
En hospitales.
En metros, trenes, aviones.
Gente que no puede volver a casa.
Personas mayores que siguen ahora mismo sin electricidad en sus hogares.

Cada vivencia es distinta.
Y ser conscientes de eso también es parte de lo que deberíamos "encender" cuando todo lo demás se apaga.

Decálogo de autocuidado emocional y práctico en momentos de crisis

1. Respira antes de actuar.
Una respiración consciente de 10 segundos puede marcar la diferencia entre reaccionar y responder.

2. Prioriza lo esencial.
Comida, agua, abrigo, comunicación segura. Lo necesario primero. El resto puede esperar.

3. Contrasta siempre la información.
Busca fuentes oficiales y limita la sobreexposición a noticias. Proteger tu mente también es cuidar tu energía.

4. Mantén un pequeño kit básico.
Una radio tradicional, una linterna de pilas o recargable, algo de efectivo... 
Y no olvides una batería externa (power bank) para móviles. No por dependencia, sino para emergencias y comunicación real.

5. Redescubre formas sencillas de entretenerte.
Libros, juegos de cartas, dibujos, manualidades, escribir, conversar.
El entretenimiento sin electricidad también existe… y puede ser un salvavidas emocional.

6. Recupera los hobbies olvidados.
A veces dibujar, hacer puzzles, tejer o leer no solo hacen pasar el tiempo: ayudan a bajar el nivel de ansiedad.

7. Si hay niños, piensa en su seguridad.
Las velas son útiles, pero las luces LED a pilas o recargables son más seguras. Y además permiten crear un ambiente de “aventura” positiva.

8. Conecta, no solo conéctate.
Una charla en familia, una risa compartida, un paseo improvisado. Lo humano siempre reconforta más que cualquier notificación.

9. Ocúpate antes que preocuparte.
Enfócate en lo que sí puedes hacer en cada momento, aunque sea pequeño. Cada acción consciente reduce la sensación de impotencia.

10. Recuerda: no tienes que hacerlo perfecto.
Solo lo mejor que puedas, con los recursos que tengas, en cada momento. Y eso… ya es más que suficiente.

Y si estás viviendo una situación más crítica…

1. Prioriza tu seguridad física.
Si estás atrapado o en un entorno inseguro, conserva energía, mantente visible si puedes hacerlo de forma segura, y pide ayuda si es posible.

2. Conserva la batería del móvil para emergencias.
Apaga aplicaciones, reduce el brillo, y úsalo solo para lo imprescindible.

3. Busca el contacto humano si puedes.
Una mirada, una conversación breve: la conexión emocional protege.

4. Respira por ciclos.
4 segundos de inhalar – 6 segundos de exhalar. Ayuda a calmar el sistema nervioso y mantener la mente más clara.

5. Recuerda: no todo depende de ti.
Céntrate en cuidarte y sostener tu energía hasta que lleguen apoyos externos.

¿Y ahora?

  • ¿Cómo reaccionas tú cuando el mundo "se apaga"?
  • ¿Qué parte de ti reconecta cuando desconectas de todo lo demás?
  • ¿Qué aprendizajes querrías sostener… incluso cuando vuelva la luz?

No siempre podemos controlar la oscuridad.
Pero siempre podemos elegir encender pequeñas luces.