Soy un peluche, a photo by rutroncal on Flickr.
Envuelta en mi bata, me recuerdo a mi misma a un peluche, y utilizando como referencia el siguiente cuento os invito a la reflexión siguiente: ¿vosotros que intercambiáis, peluches... o son otras cosas?
El cuento es de Claude Steiner y es del año 1969, pero se puede decir que no ha pasado de moda, ¿verdad?
Érase una vez una pareja feliz llamados Tim y Maggie que tenían dos hijos, cuyos nombres eran John y Lucy. Para comprender lo felices que eran, es necesario conocer en la situación en que vivían.
En aquellos días, al nacer, todo el mundo recibía una pequeña y suave Bolsa de Peluches Cálidos. Cualquiera podía sacar de su bolsa un Peluche Cálido y dárselo a otra persona. Había una gran demanda de Peluches Cálidos, porque todos los que recibían el regalo, sentían un calorcillo por todo el cuerpo. Los que no conseguían obtener suficientes Peluches Cálidos corrían el peligro de coger una enfermedad que causaba que se les encogiera la espalda e incluso con peligro de muerte.
En aquellos días era fácil conseguir Peluches Cálidos. Si alguien deseaba tener uno, solo tenía que decirte: "Quisiera tener un Peluche", y enseguida sacabas de tu bolsa un Peluche tan pequeño como la mano de una niñita. Tan pronto el Peluche veía la luz del día, sonreía y se transformaba en un gran y afelpado Peluche Cálido. Al colocarlo en la espalda, en la cabeza o en el regazo de la persona, se acurrucaba y se derretía encima de la piel, produciendo una sensación de bienestar en todo el cuerpo. Unos a otros se pedían los Peluches y, como eran gratuitos, no había ninguna dificultad en conseguir los suficientes. Al haber muchos, todos eran felices porque la mayor parte del tiempo sentían calor y suavidad.
Un día, una bruja mala se enojó mucho al ver que todo el mundo era feliz y nadie le compraba sus pócimas y ungüentos. La bruja, que era muy astuta, imaginó un plan perverso. Una hermosa mañana, mientras Maggie estaba jugando con su hija, la bruja se deslizó junto a Tim y le susurró al oído: "Tim, mira la cantidad de Peluches que Maggie le está dando a Lucy. ¡De continuar así, no le va a quedar ninguno para ti!" Tim quedó sorprendido. Se volvió hacia la bruja y le dijo: "¿Quieres decir que no encontraremos siempre un Peluche en nuestra bolsa cada vez que lo abramos?" Y la bruja contestó: "Así es, tan pronto se acaben, ya no tendrás más." Dicho esto, se marchó volando montada en su escoba, riendo a carcajadas. Tim tomó muy en serio lo que la bruja le había dicho y empezó a fijarse cada vez que Maggie regalaba un Peluche a alguien.
En realidad, estaba muy preocupado, porque le gustaban mucho los Peluches de Maggie y no quería quedarse sin ellos. Pensaba que no era justo que Maggie diera todos sus Peluches a los niños o a otras personas. Así es que empezó a quejarse cada vez que veía a Maggie dándolos a otros y, como Maggie le quería mucho, dejó de dar los Peluches a otros y los reservó para él.
Los niños vieron lo que estaba pasando y no tardaron en pensar que no estaba bien regalar Peluches Cálidos cada vez que se los pedían o les venía en gana darlos. Ellos también se volvieron conservadores de Peluches. Observaron a sus padres de cerca y, tan pronto vieron que uno de ellos daba demasiados Peluches a otros, empezaron a protestar. A pesar de que cuando los buscaban siempre los encontraban en la bolsa, poco a poco se fueron convirtiendo en unos tacaños.
La gente pronto se dio cuenta de la escasez de Peluches y empezó a sentir la falta de calor. Algunas personas empezaron a sufrir de encogimiento de sus espaldas e incluso murieron a causa de la escasez. Cada vez acudía más gente a comprar, a pesar de su ineficacia, las pócimas y los ungüentos de la bruja. El hecho es que la situación iba empeorando. La bruja mala, que observaba todo lo que estaba pasando, en realidad no quería que la gente muriera (puesto que los muertos no compran pócimas ni ungüentos), por lo tanto, imaginó otro plan. A todos les dio una bolsa semejante a la Bolsa de Peluche, salvo que esta era fría en vez de cálida. Dentro de la bolsa de la bruja había Espinosos Fríos. Con estos Espinosos Fríos la gente no se sentía arropada y suave, sino fría y pinchosa. Por otro lado estos Espinosos Fríos mejoraban la enfermedad de la espalda. Por lo tanto, a partir de aquel momento, cuando alguien decía: "Quiero un Peluche Cálido", la gente, preocupada por la escasez, contestaba: "No puedo dártelo pero, ¿quieres un Espinoso Frío?" Algunas personas se reunían con la esperanza de conseguir un Peluche, pero al final acababan intercambiando Espinosos.
Como consecuencia de ello, aunque no murieran muchas personas a causa de la escasez, se sentían infelices, frías y llenas de pinchos. Desde que la bruja llegó, la situación se fue complicando, ya que la escasez de Peluches iba en aumento y, aunque habían sido tan gratuitos como el aire, pronto se convirtieron en algo extraordinariamente valioso. Ello fue la causa de que la gente hiciera cualquier cosa para conseguirlos. Antes de que la bruja llegara, la gente solía reunirse en grupos de tres, cuatro o cinco, sin importarle quién daba a quién los Peluches Cálidos.
Después de su llegada, las personas formaron parejas y reservaron los Peluches exclusivamente para uno y otro. Las que, olvidándose de si mismas, daban un Peluche a alguien, no tardaron en sentirse culpables porque sabían que su pareja tomaría a mal la falta de un Peluche. Y las que no podían encontrar a un compañero generoso, tenían que trabajar mucho para ganar el dinero que les permitiría comprarlos. Hubo gente que, al hacerse popular, conseguían grandes cantidades de Peluches Cálidos sin tener que devolverlos. Luego los vendían a los que no eran populares para que pudieran sobrevivir. Sucedió también que alguna gente tomaba Espinosos Fríos, que eran abundantes y gratuitos, los cubrían de pelusa blanca y los hacían pasar por Peluches Cálidos. Estas falsificaciones eran, en realidad, Peluches Plásticos que causaron todavía más problemas. Por ejemplo, dos personas se reunían e intercambiaban cantidades de Peluches de Plástico, y se suponía que tenían que estar contentos; sin embargo no era así. Como pensaban que habían intercambiado Peluches Cálidos, les desconcertaba sentirse fríos y pinchosos, ya que no se habían dado cuenta que lo que habían intercambiado eran, en realidad, Peluches de Plástico.
Por consiguiente, la situación era catastrófica y todo empezó con la llegada de la bruja, quien hizo creer a todos que el día menos pensado abrirían su Bolsa de Peluches y no encontrarían nada. Pasado un tiempo, llegó a este infeliz lugar una joven mujer de anchas caderas, nacida bajo el signo de Acuario. Al parecer, no sabía nada acerca de la bruja y no le preocupaba quedarse sin Peluches. Los daba gratuitamente, incluso cuando no se los pedían. La llamaban la Mujer de las Caderas y la censuraban por meter en la cabeza de los niños la idea de que si se quedaban sin Peluches no debían preocuparse. Los niños estaban encantados y a gusto con ella, y empezaron a dar Peluches cuando les venía en gana. Los adultos, muy preocupados, decidieron promulgar una ley para proteger a los niños del despilfarro de Peluches Cálidos. Esta ley consideraba que dar Peluches de manera imprudente, sin tener licencia para ello, era un delito penal. No obstante, a muchos niños no pareció importarles y, a pesar de la ley, continuaron dándose Peluches cuando les apetecía hacerlo o cuando se los pedían. Como eran muchos, muchos niños, tantos como los adultos, daba la impresión de que se saldrían con la suya.
A partir de ahora no se sabe lo que va a pasar. ¿Podrán los adultos poner coto a la imprudencia de los niños por la fuerza de la ley? ¿Se unirán los adultos a la Mujer de las Caderas y a los niños para correr el riesgo de que haya siempre tantos Peluches como sean necesarios? ¿Recordarán aquellos días, a los que los niños quieren volver, en que los Peluches Cálidos eran abundantes porque todo el mundo los daba gratuitamente? La lucha se desplegó sobre todo el país y probablemente ocurre justo donde tu vives. Si tú quieres, y espero que así sea, tú puedes unirte dando y pidiendo Peluches libremente y siendo lo mas cariñoso y sano posible.
Que bonito, me ha gustado mucho el cuento y sospecho que tiene que ver con lo que ocurre en nuestra sociedad. Aunque no se me ocurren las palabras adecuadas para explicar la analogía correcta, lo voy a intentadr.
ResponderEliminarA menudo tenemos tanto miedo a perder lo bueno que tenemos, que no lo usamos y eso es lo mismo que perderlo.
Eugenio, estoy totalmente de acuerdo con tu analogía... yo cuando leí el cuento lo entendí también así. A veces tenemos tantos reparos a nuestro alrededor pensando que nos protegemos... que no nos damos cuenta de todo lo que estamos perdiendo ...
ResponderEliminarMillón de gracias por comentar!!