Quiero dedicar esta entrada al silencio, porque hace tiempo que no escribo y en cierto modo he "ejecutado" un silencio virtual (si es que puede llamarse así).
De hecho, he de reconocer que no voy a actualizar de forma retroactiva el blog con respecto a las fotos. Comenzaré el 1 de Enero de nuevo, pasando página, eliminando lo pasado y centrándome en el futuro (y eso que tengo las fotos... ).
Seré honesta conmigo misma y podré asumir que no he cumplido con mi intención, que se ha quedado en eso... en una intención, pero si sigo pensando en el "tengo que" subir las fotos, como lenguaje reactivo que es... no lo haré, por este motivo comenzaré de nuevo y así me daré la oportunidad de disfrutar escribiendo de nuevo.
Ha sido muy gratificante recibir mensajitos bien sea por twitter o por aquí diciendo que se me echa de menos... yo también he echado de menos esta "doble vida" :), bien es verdad que con tanto cambio... me ha venido muy bien la pausa y la priorización y aunque no lo he abandonado del todo (eso creo que a estas alturas sería muy difícil) sí poner el punto de atención en mi.
Además me gustaría compartir hoy un cuento Indio, una historia sacada del libro "Ni lobo ni perro. Por senderos olvidados con un anciano indio" de Kent Nerburn que me parece muy reveladora, además esta semana he tenido la oportunidad de impartir una formación sobre comunicación y me gusta incidir sobre todo en la parte de la escucha. La escucha no entendida sólo por oír las palabras, sino tratando de captar algo más allá. Ser capaces de observar, percibir, sentir al otro para poder escuchar lo que dice... y lo que no dice. El relato dice así:
Nosotros los indios sabemos del
silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las
palabras.
Nuestros ancianos fueron educados en las
maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros.
Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Ésa es la manera de vivir.
Observa a los animales para ver cómo
cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo
se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa
primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas
observado lo suficiente, entonces podrás actuar.
Con ustedes es lo contrario. Ustedes
aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus
fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones
en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces.
Y le llaman “resolver un problema”. Cuando están en una habitación y hay
silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que
hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.
A la gente blanca le gusta discutir. Ni
siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los
indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a
hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si
no me gusta lo que estás diciendo. Pero no voy a interrumpirte. Cuando
termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy
de acuerdo, a menos que sea importante. De lo contrario, simplemente me quedaré
callado y me alejaré. Me has dicho lo que necesito saber. No hay nada más que
decir. Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.
La gente debería pensar en sus palabras
como si fuesen semillas. Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en
silencio. Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está
hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.
Existen muchas voces además de las
nuestras. Muchas voces.
Dicho lo cual... ¿Cómo os sentís vosotros/as con el silencio? ¿y escuchando?