Me trasladé a Barcelona hace ya casi 3 años, en los cuales, como
cualquiera que se cambia de ciudad tienes que encontrar tus proveedores
básicos: comida, belleza, reparaciones, compras,... y para mí, uno de mis
proveedores básicos es un buen zapater@.
Lo encontré
por casualidad. Paseando un fin de semana, lo encontramos. Encargué la primera
reparación de prueba y muy bien: meticuloso, buen trabajador, ni muy caro ni
muy barato, limpio,... para mí es suficiente, de momento. Y desde entonces,
sigo yendo a él.
¿Por qué? porque cuando estás a gusto con tu proveedor, depositas
tu confianza y te da seguridad para el trabajo que le encargas... no necesitas
más.
De hecho, a lo largo del camino, he encontrado algunas
imperfecciones: reparaciones fuera de plazo (vas a recoger y no están),
reparaciones que no terminan de ir bien (pero se vuelven a arreglar)... cosas
en principio sin importancia, que como es un buen hombre y tiene otras
cualidades, además de que el porcentaje de su efectividad es mucho mayor al de estas
salvedades... lo perdonas.
Ahora bien, ¿porqué escribo sobre mi zapatero? porque me lo estoy
replanteando. Cuento la situación: Hace un mes le llevé unas botas para
que le cambiara las tapas, cosido de la suela y cambio de puntas. Son unas
botas que les tengo aprecio porque son buenas, me las compré de rebajas a buen
precio, son cómodas y calenticas. La cuestión es que las fui a recoger y
después de tan sólo 1 o 2 veces puestas me doy cuenta de que hay que cambiarles
las suelas porque ¡¡se está haciendo un agujero en la misma!! y aquí está mi
reflexión ¿no me lo tendría que haber dicho él? Quizás estoy malacostumbrada
porque el zapatero que tenía en valencia, que era muy avispado comercialmente,
esto me lo decía.
A mí "me da igual" gastarme 40 € que 50-60€ si sé que
las botas se quedan perfectas y en cualquier caso... yo decido.
Como en el taller, te dicen lo que tienes y tú decides qué vas a
reparar en función de la gravedad.
La cuestión es que eso me supone llevarlas otra vez y en todo caso
tener "una conversación". Quiero decirle como cliente "¿Qué
espero de él?".
Cuando te dedicas al mundo de los servicios es algo que agradeces
soberanamente.
Porque hay clientes que aunque les preguntes, evalúes después su
satisfacción… no es hasta que la relación se ha consolidado cuando te dicen de
forma abierta qué es lo que esperan de ti.
¿No funcionaría mejor el mundo si fuéramos más claros en nuestras
peticiones, expectativas y necesidades?
¿Por qué parece que tenemos el deseo de que nos lean el
pensamiento?.
Yo creo que porque en realidad ese efecto anticipación, ese efecto
sorpresa, hace que sientas que realmente tu proveedor se ha puesto en tu piel,
vive tu problema como si fuera tuyo y eso hace que nos guste y ayude a
consolidar la relación.
Pero… ¿eso puede suceder siempre?
También creo que no…
Seguramente siga con mi zapatero, aunque lamentablemente
signifique que si después de “la conversación” no hay algún cambio… si hay otro
zapatero por el camino… igual lo pruebo… o no ¿tú qué harías?